domingo, 31 de mayo de 2009

La Revolución en marcha

El 17 de Mayo aparecen en Buenos Aires unos impresos oficiales con el título: “Copia de los artículos de la “Gazeta de Londres” de 16, 17 y 24 de febrero último, referentes a los sucesos de España”. En ellos se incluye el Real Decreto firmado por el Presidente de la Suprema Junta de España, Arzobispo de Laodicea, por el cual se creaba el Consejo de Regencia que entraría en. funciones el 2 de Febrero en la isla de León. El mismo día 17, los cabecillas de la conjura recurren nuevamente ante los jefes militares en demanda de apoyo. Saavedra está fuera de la ciudad y Martín Rodríguez se niega a tomar medida alguna en ausencia del Jefe de los Patricios. Sin embargo, se comisiona a Juan José Viamonte, segundo Jefe del Regimiento, para que busque a Saavedra, mientras los revolucionarios esperan su regreso en casa de Rodríguez.

Cisneros, entretanto, no ignora lo que está ocurriendo. Quizás para poner un dique al conflicto que se avecina, publica el 18 una proclama destinada “a los leales y generosos pueblos del Virreinato de Buenos Aires”. En ella confirma la gravedad de la situación y exhorta a mantener el orden y la paz. El Virrey asegura que, “en el desgraciado caso de una total pérdida de la Península y falta del Supremo Gobierno", no tomará ninguna decisión que no sea “previamente acordada en unión de todas las representaciones de esta Capital, a que posteriormente se reúnan las de sus provincias dependientes” , entretanto se establezca, de acuerdo con los demás virreinatos americanos, “una representación de la soberanía del señor don Fernando Séptimo”. Cisneros asegura que no apetece el mando, sino la gloria de luchar en defensa del monarca contra toda dominación extraña. Finalmente, previene nuevamente al pueblo sobre los “genios inquietantes y malignos” que procuran crear disensiones.

Ese mismo día llega Saavedra a Buenos Aires. Por la noche preside una reunión en casa de Nicolás Rodríguez Peña, y se traza entonces el plan a seguir: el punto de partida será una convocatoria a Cabildo abierto. Al día siguiente, Juan José Castelli y Martín Rodríguez visitan al Virrey y le plantean la necesidad de tal convocatoria. Luego entrevistan al Alcalde de primer voto (Juan José Lezica), y al Síndico Procurador del Cabildo (Julián de Leiva) para gestionar que la reunión se realice al día siguiente. Sin embargo, el Virrey y su partido consiguen dar largas al asunto y el 20 acuerdan, por inspiración de Leiva, acceder a la reunión del Cabildo abierto, pero sólo después de conocer la opinión de los jefes militares. En las últimas horas de la tarde concurren éstos al Fuerte y ratifican, por boca de Saavedra, la posición que están dispuestos a defender: para ellos, el Virrey debe dimitir, pues su mando ha caducado con la disolución de la Junta Suprema de España, y el gobierno debe ser asumido por el Cabildo para luego transferirlo a la nueva autoridad que el pueblo designe en Cabildo abierto. La suerte del Virrey, a pesar de los arbitrios dilatorios del síndico Leiva está echada.


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